El Sevilla nunca falla. Tras una final agónica de 147 minutos de juego, contando todos los descuentos, agarró su séptima Liga Europa en la tanda de penaltis. Un gol de Montiel, como en la finale del Mundial con Argentina, hizo que los andaluces tocaran la gloria ante una Roma que revive su peor pesadilla. La de 1984, cuando también perdió una Copa de Europa en su estadio ante el Liverpool. También en la tanda de penaltis. La gloria, una vez más, y la mística, acompañaron al Sevilla, ganador de nuevo del trofeo que más quiere. Otra vez, si, otra vez. En el triunfo, resulta imposible no hablar de Bono, que hizo tres paradas antológicas allí paró un penalti en la tanda. Tras un año convulso, el Sevilla voló a sufrir al cielo. Nunca se ríe. Ni ante esta Roma tan canchera.
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Bono, Alex Telles (Rekik, min. 94), Jesús Navas (Montiel, min. 94), Loic Bade, Gudelj (Marcao, min. 127), Lucas Ocampos, Rakitic, Fernando (Joan Jordán, min. 128), Bryan Gil Salvatierra (Lamela, min. 45), Óliver Torres (Suso, min. 45) y En-Nesyri
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Rui Patrício, Gianluca Mancini, Ibañez, Smalling, Cristante, Zeki Celik (Nicola Zalewski, min. 90), Matic (Edoardo Bove, min. 120), Leonardo Spinazzola (Llorente, min. 105), Paulo Dybala (Wijnaldum, min. 67), Tammy Abraham (Belotti, min. 74) y Lorenzo Pellegrini (El Shaarawy, min. 105)
goles 0-1 minutos 34: Paulo Dybala. 1-1 minutos 54: Gianluca Mancini (págs.).
Árbitro antonio taylor
tarjetas amarillas Matic (min. 21), Rafa Mir (min. 36), Lorenzo Pellegrini (min. 44), Gianluca Mancini (min. 47), Cristante (min. 65), Zeki Celik (min. 74), Nicola Zalewski (min. 105), Lamela (min. 109), dos Santos Mourinho Félix (min. 119), Montiel (min. 123), Lucas Ocampos (min. 129) y Karsdorp (min. 130)
Pocos entrenadores son capaces de dominar el entorno como Mourinho. En la previa, señalando que Dybala estaba solo para jugar 30 minutos, en el partido, con un rosario de gestos e indicaciones que surtieron efecto en una Roma que fue una roca para el Sevilla. Además, el equipo italiano se dio el gustazo de sorprender al de Mendilibar en los primeros compases del chocque. La Roma salió atrevida, alegre, pisando el campo del Sevilla, cuando todos los análisis anteriores señalaron un cierto repliegue intensivo de los romanistas. por nada. Pujante y fuerte, sin fútbol pero con anticipación y mucha velocidad, la Roma ha creado una clara oportunidad en el minuto 12, cuando Bono salvó la desaparición de Spinazzola. Ya empezó a hacer diabluras Dybala, el futbolista diferencial de la final, el de más talento. El Sevilla jamás se encontró en la primera mitad de la forma de sorprender a la Roma. Ni por las bandas ni por el centro, con un juego plano y demasiado predecible. Solo Fernando sostenía supo equipar en defensa. Ocampos y Gil no entraron en juego, mientras que Óliver Torres caía al suelo ante cualquier contacto con cualquier rival.
En este panorama desalentador para el Sevilla, ocurrió lo que nunca debe ocurrir en una finale. Y más ante un equipo como Mourinho. Rakitic sintió el acoso de Cristante y se dejó ir pensando que el inglés Taylor iba a pitar falta. Craso error. Mancini tuvo un tiempo precioso para lanzar un pase en profundidad a Dybala, qu’encontró un hueco perfecto entre Badé y Navas con la defensa saliendo. El campeón del mundo definido con precisión. El partido se puso como dicta el libro de Mourinho. Un gol por delante un equipo sin atrevimiento ni desbordado. Roma, bien asentada atrás, sembró el pánico. No llegó el segundo porque el Sevilla, al fin, tuvo el atrevimiento de soltarse en los minutos finales de la primera mitad. Para ganar una final hay que también atacar, soltar los complejos e intentar jugar en campo contrario. La tuvo primero Fernando y luego llegó, en el minuto 51, la mejor ocasión del Sevilla con un disparo de Rakitic al palo. Al fin, el Sevilla dio síntomas de rebeldía. In Roma, cualquier falta en contra era sinónimo de agravio, con sus jugadores protestando de forma desaforada, como todo su banquillo. Al alza el método Mou.
Y, de repente, el Sevilla empezó a jugar. Mendilibar metio a Suso y Lamela. Los dos le cambiaron la cara al equipo Andalucía, más trevido, con capacidad para pisar campo contrario y mostrarle a la Roma quién había ganado seis finales anteriores de este torneo. Durante muchos minutos, los jugadores del Sevilla recobraron esa energía que siempre muestran en esta competición. Sometida la Roma, un medido centro al área lo metió Mancini en su propia portería. El equipo italiano, seguro hasta entonces, empezó a dudar. Estuvo replegó en su área, esperando tiempos mejores. Salvo de milagro. El ímpetu del Sevilla se traduce como s al área. El triángulo Navas-Ocampos-Suso hizo estragos. En el minuto 75, Taylor pitó penalti tras un posible derribo de Ibáñez a Ocampos. Consultado el VAR, el inglés modificó su decisión.
Claro, que también salvó Bono ante Abraham en una jugada en el área pequeña. Lo de este portero no tiene número. Sin Dybala, revendido, entró Belotti. En el minuto 83, el delantero italiano estuvo cerca de marcar. Con Bono de estrella, parecía que el Sevilla llegaba mejor a la prórroga. El balón fue siempre de los andaluces, pero también el miedo. Los equipos de dos cansados y temerosos se limitan a echarse el balón al pie. Más técnico el Sevilla, siempre contundente la Roma, con un Smalling brillante en el juego aéreo. Los de Mourinho perdieron tiempo de forma constante. Desgarrados y medio muertos, los dos equipos entregados a la suerte de los penales tras un final agonico, en el que Smalling lanzó un remate al larguero.
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