JERUSALÉN — En los veintitrés días desgarradores desde que Hamás atacó a civiles y militares israelíes, los aliados occidentales de Israel han tenido que hacer un delicado ejercicio de equilibrismo: expresar apoyo firme a dicho país durante uno de sus peores momentos y a la vez contener la creciente ira pública que inunda sus calles por el bombardeo cada vez más intenso contra la Franja de Gaza.
Los vecinos de Israel en el Medio Oriente caminan sobre una cuerda floja diferente:
manejar poblaciones indignadas y, en algunos casos, grupos militantes delegados, los cuales amenazan con arrastrarlos a una guerra más grande con Israel que tal vez ellos no buscan.
Para ambos, la invasión terrestre en curso de la densamente poblada Franja de Gaza por parte de Israel ha complicado sus cálculos.
La naturaleza gradual de la operación ha carecido del impacto poderoso de un asalto de infantería y tanques a gran escala, algo a lo que los rivales de Israel se habían opuesto, dada la probabilidad de que causara una gran cantidad de bajas civiles.
Aun así, el creciente saldo de muertes palestinas (más de 8000, según el Ministerio de Salud de Gaza, administrado por Hamás) y la posibilidad de que el combate continúe durante meses han atraído a miles de manifestantes a las calles en ciudades desde Londres hasta Estambul, para exigir un alto al fuego.
Funcionarios israelíes declararon que sus planes obedecían a razones militares, no diplomáticas:
la necesidad de preparar a tropas para una campaña prolongada, un deseo de evitar dañar a las más de 200 personas retenidas por Hamás como rehenes, así como preocupaciones tácticas, tales como buscar minas y otras defensas colocadas por los militantes.
No obstante, el ritmo deliberado de la operación podría afectar la respuesta de aliados y enemigos, desde Estados Unidos, que ha ofrecido a Israel respaldo público, así como peticiones privadas a limitarse, hasta Hezbolá, el grupo militante apoyado por Irán, el cual ha lanzado una gran cantidad de misiles desde Líbano, pero amenazó con infligir más daño.
El domingo, el presidente Joe Biden reiteró su apoyo a Israel en una llamada con el primer ministro Benjamín Netanyahu.
Sin embargo, Biden exhortó a Netanyahu a “incrementar de manera inmediata y significativa el flujo de asistencia humanitaria para atender las necesidades de los civiles en Gaza”, según una transcripción de la conversación proporcionada por la Casa Blanca.
Respecto a la capital de Irán y a la base de Hezbolá en Líbano, Nimrod Novik, un ex asesor del fallecido primer ministro de Israel Shimon Peres, opinó que mientras los aspectos militares impulsan a Israel, “en la mente de los planeadores también estaba la pregunta:
‘¿Podemos hacer algo para inclinar la balanza en los cálculos de Teherán y Beirut?’’’.
Hezbolá lanzó alrededor de veinte misiles contra Israel el domingo, lo que causó el incendio de una casa en Kiryat Shemona, cerca de la frontera libanesa, y detonó una respuesta israelí.
Sin embargo, un funcionario israelí señaló que los ataques ocurrieron desde un rango predecible y no indicaban que Hezbolá estuviera a punto de unirse a la guerra.
El ministro de Asuntos Exteriores de Irán, Hossein Amir Abdollahian, mencionó el domingo que su gobierno no quiere que la guerra se “extienda”.
Hace dos semanas, había declarado que Israel enfrentaría una guerra en “múltiples frentes” contra una red de milicias en toda la región, si las fuerzas israelíes no dejaban de asesinar a civiles en Gaza.
Daniel Levy, un ex negociador de paz israelí que ahora dirige el U.S./Middle East Project, un grupo de expertos con sede en Londres y Nueva York, comentó:
“Israel no ha tomado la decisión de querer poner a prueba a sus enemigos.
Ambas partes tienen eso en sus cálculos.
Es un juego de ajedrez muy lento que podría acelerarse rápidamente”.
El enfoque metódico de Israel no ha impedido que algunos líderes musulmanes endurezcan su retórica.
El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, aseguró en una gran manifestación pro-Palestina en Estambul el sábado que Israel se estaba “comportando como un criminal de guerra”.
Israel respondió al sacar a sus diplomáticos de ese país.
Hay otras señales de una creciente presión internacional.
El viernes, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó una resolución no vinculante que llama a una tregua humanitaria en Gaza.
La votación, aprobada con 120 votos a favor, 14 en contra y 45 abstenciones, contó con el apoyo de ocho países de la Unión Europea, incluida Francia, que anteriormente había expresado un fuerte apoyo al derecho de Israel a defenderse.
Emmanuel Navon, director ejecutivo de ELNET Israel, un grupo sin fines de lucro que busca fortalecer los lazos entre Israel y Europa, puntualizó que el hecho de que Francia votara a favor de la resolución es “problemático” para Israel.
Navon agregó que, en el Consejo de Seguridad, “Israel no quiere depender únicamente del veto de Estados Unidos”.
El Consejo de Seguridad no ha logrado aprobar ninguna resolución sobre Gaza ni condenar el ataque de Hamás contra Israel ni pedir un alto el fuego.
Cuatro intentos de hacerlo han fracasado debido a los vetos de resoluciones a favor y en contra de Israel por parte de los miembros permanentes del consejo, incluidos Estados Unidos, Rusia y China.
Si bien los líderes europeos continúan expresando públicamente su apoyo a Israel, enfrentan crecientes demandas de un alto al fuego en sus propios países.
Decenas de miles de manifestantes propalestinos marcharon el domingo en Londres, muchos de ellos expresaron indignación por el hecho de que el Reino Unido se ha negado hasta el momento a respaldar una tregua.
Un legislador del Partido Conservador fue despedido de su puesto en el gobierno el lunes después de pedir un alto al fuego en una carta al primer ministro.
Para el líder del opositor Partido Laborista británico, Keir Starmer, la guerra ha detonado un motín político. Más de una decena de miembros de su equipo directivo en el Parlamento rompieron con el partido para pedir un alto al fuego, con lo que se fracturó la muestra de solidaridad del Partido Laborista con Israel en los días posteriores al ataque de Hamás.
Starmer envió a su secretario de Relaciones Exteriores en la sombra, David Lammy, a entablar reuniones en Jordania, Qatar y Egipto esta semana, mientras que el gobierno enviará al secretario de Asuntos Exteriores, James Cleverly, a los Emiratos Árabes Unidos.
Ambos están consultando con los líderes árabes sobre cómo evitar que la guerra se convierta en un conflicto regional.
Algunos expertos en política exterior disputan que los temores de una guerra más amplia son exagerados.
A pesar de todas sus advertencias, Arabia Saudita, Egipto, Jordania y los emiratos del golfo Pérsico hasta ahora han mostrado pocos deseos de involucrarse en el conflicto.
Jeremy Shapiro, exfuncionario del Departamento de Estado de Estados Unidos y director de investigación en el Consejo Europeo de Relaciones Exteriores en Berlín, dijo: “Lo que siempre asumimos es un polvorín geopolítico, que explota para convertirse en una guerra regional más amplia.
No parece haber sucedido y no parece que vaya a ocurrir”.
Aun así, Shapiro aseveró que la opinión pública a nivel mundial inevitablemente se volvería más en contra de Israel a medida que aumenten las muertes de civiles en Gaza.
Además, predijo que tendría poco impacto en las decisiones de los comandantes de Israel, quienes se han comprometido a destruir a Hamás.
Para los líderes extranjeros, eso podría significar un acto de equilibrismo cada vez más complicado.
c.2023 The New York Times Company